Habitando el horizonte
En lo alto de la Sierra de Andía, el mundo parece detenerse. Bajo mis pies, un océano de nubes cubre todo el valle dormido; sobre ellos, la luz irrumpe como un fuego antiguo para despertar a la montaña. Allí, mi figura con mi fiel compañera contemplamos el milagro diario del amanecer, pequeños ante tan enorme inmensidad. Es el instante en que el ser humano no domina el paisaje: lo honra, lo habita y forma parte de él mientras se nos entrecorta la respiración entre tanta belleza natural.
