El hombre y la tierra

Una figura humana solitaria recorre el paisaje desnudo y casi irreal de las Bardenas Reales. El terreno, esculpido por siglos de viento y silencio, se convierte en un escenario natural que evoca mundos lejanos, como si la tierra se hubiera detenido a contemplarse a sí misma. Las formas caprichosas del relieve —surcos, mesetas, cabezos— dialogan con la quietud de la persona, que parece absorber la inmensidad del entorno.