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Compuesta por dos campos principales, la imagen refleja, literalmente, los últimos rayos de sol del día, reservados para unas ovejas que pastan en lo alto de un prado. Al fondo, en lo profundo del valle, se vislumbra el pueblo de Leitza, sometido a la oscuridad por la falta de sol. La naturaleza revela una curiosa coordinación entre la estrella y la forma del paisaje para privar a los humanos de la luz y concedérsela a los animales, tal vez recordándonos que ellos estaban aquí antes que nosotros.
