Entre miedos y risas: El impacto duradero de los kilikis

Durante las fiestas de San Fermín, uno de los momentos más característicos y esperados es el desfile de la comparsa de gigantes y cabezudos. Los kilikis, con sus cabezas desproporcionadas y expresión severa, recorren las calles persiguiendo a los niños con una verga de espuma. Aunque este juego es parte de la tradición y es esperado con entusiasmo, a menudo genera una mezcla de miedo y emoción, especialmente entre los más pequeños.

Cuando los kilikis hacen su aparición, muchos niños no pueden evitar sentir un escalofrío de temor. Con sus grandes ojos y risas nerviosas, buscan refugio inmediato tras sus padres, abuelos, o tíos, esperando evitar el golpecito simbólico de la verga del kiliki. Se aferran a las piernas de sus familiares, escondiéndose detrás de ellos como si fueran su escudo protector, mientras asoman la cabeza de vez en cuando para ver si el peligro ha pasado.

Para algunos niños, el primer encuentro con los kilikis puede ser aterrador, pero pronto descubren que el «ataque» es inofensivo y parte del juego. Los kilikis, conocedores de su papel, golpean suavemente, conscientes de que su objetivo es asustar un poco, pero también entretener. Con el tiempo, los niños aprenden a reírse de su miedo inicial y, en muchos casos, a unirse a los demás en la persecución juguetona.

A través de esta experiencia, los niños no solo enfrentan sus miedos, sino que también crean recuerdos duraderos que llevarán consigo a lo largo de sus vidas. Los kilikis, por lo tanto, continúan siendo una parte esencial de la celebración, fortaleciendo los lazos familiares.