Desde el suelo de Pamplona, una figura vestida con el tradicional blanco y rojo alza la vista hacia los imponentes pilares de la catedral, como si buscara en lo alto el espíritu de San Fermín. La imagen juega con la perspectiva y el simbolismo: la arquitectura clásica representa la historia, mientras la figura humana encarna la pasión viva de la fiesta. Es una mirada de respeto, de anhelo y de conexión con lo que trasciende.
